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Fernando Infante

Nacida en Antioquia heredo la fuerza y el empuje de su raza y su inmenso amor por su tierra, esta Colombia que en sus propias palabras le duele porque se desangra en la ignorancia de muchos y en el desamor de unos pocos...
De ella reaprendí todo cuanto supe de pequeño. Aprendí a hablar, aprendí a caminar, aprendí a creer, fue también mi primera amante, mi gran maestra en amores y vino y a frutas en queso nos bebimos varias noches la vida consumidos por la pasión carnal, buscando desaforadamente no se que cosa en el cuerpo del otro.
Al cierre de su cuarto ciclo septenario, a la maravillosa edad de 28 años, experimento un intenso despertar espiritual, como si hasta ese entonces su alma hubiera estado presa de alguna suerte de sueño profundo.
Nació también la poeta, la escritora, y ha hecho de esta pasión su arma de lucha contra la indiferencia social, su vehículo de expresión más sagrado, su canto. Parafraseando a Anthony de Mello, uno de sus autores favoritos, así como el pájaro canta porque tiene una canción que cantar, así mismo ella escribe, porque debe al mundo, y así misma, su propia palabra. Palabra que consuela, palabra que anima, palabra que despierta, palabra que sacude, palabra que reprocha sin ira, que reprende sin odio, y que todo lo abarca, con amor.
Más no todo en ella es bondad y dulzura. Sus demonios afloran de cuando en cuando, atormentando por momentos su existencia (y porque no confesarlo, la de quienes la rodean). Como buena artista y como buena pisciana, juega en ella el agua emocional un papel protagónico, llevándola de la felicidad sublime a la tristeza amarga, del entusiasmo explosivo a la más cruel apatía, de la férrea realidad a la más desatinada fantasía.
Asediada por muchos, comprendida por pocos, mas nunca ignorada, esta mujer, maestra, amiga, madre, hija, escritora, poeta, pitonisa, mas en una palabra, humana, reivindicada con su naturaleza humana, no se cansa de buscar su verdad.
Luz de Luna, canto de Sirena, baile de Gitana, pluma de oro, palabra encendida, visión encantada, mirada de diosa, beso de ángel, talle de princesa, abrazo de madre, corazón de agua marina y violeta, tormenta espectral azul, mi luni, mi amada luni, mi eterna y por siempre compañera del alma.
Fernando Infante.

MD Australia

 

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Carlos Mayorga

Ella puede ser bien la ternura de un bebé, o la dureza del acero, la estridencia de una turbina aérea o la paz de un mantra, la ligereza de una liebre o la paciencia de una oruga, la belleza de un cuerpo femenino, o la firmeza de unos bíceps masculinos, la indefensión de un feto o la habilidad de un depredador, la inexperiencia de la primera vez adolescente o la lujuria de Mesalina, la calidez de un trópico o el agotamiento del frío Noruego, el interés del aprendiz o la apatía del desinteresado, un arrullo materno o el rugido de una fiera, la volatilidad de un electrón o la pasividad de las palmeras, la melodía de una carcajada o la reverencia del silencio mas absoluto, la picardía de un escolar o la severidad de un inquisidor, de la noche la sombra, o del día la luz.
Todo esto y mucho más. Teniendo en cuenta la riqueza de su alma no es extraño que no existan patrones para definirla ya que los ha roto todos. Como encasillar a un ser que no se cansa de infringir reglas, de traspasar barreras, de sorprender con la transparencia de sus actos, de azorar con su irreverencia, de amar de tantas maneras y sin embargo conservar un solo nombre libre de ataduras.
Ella para mi, en mi y fuera de mi es libertad
Carlos Mayorga.

MD Santa fe de Bogota.